MI SEGUNDA VEZ: texto 2013

Siempre que salía del colegio me encontraba con el mismo chico en frente entrando a su casa. Y digo chico, porque lo era, pero en ese momento lo veía como un hombre bastante maduro, ya que una persona de casi 30 me parecía de lo más emocionante a mis 14 años.  La mayoría de veces me han llamado más la atención los hombres mayores. Me gusta sentirme más ingenua que ellos, que siempre me pueden enseñar lo poco que no sé, que me pueden mostrar otras formas de concebir el mundo y eso suele ser muy estimulante.

He estado esperando demasiado para contarles esta historia y hoy, que me ha venido la regla, y de una forma bastante selvática se puede decir que “estoy en celo”, siento que la idea de compartirles este tipo de episodios será una buena forma de hacer catarsis.

Siempre puntual a la salida para no tener que soportar los regaños de la majadera que conducía la movilidad y para encontrarlo a tiempo, aunque algunas veces no tuviera tanta suerte. Era absurdo pasarme todas las clases pensando en ese hombre para solo verlo llegar a su casa sin detenerse a mirarme. Al comienzo pensé que era suficiente, pero cada día la intriga, la curiosidad y las ganas me torturaban con mayor fuerza.

No sabía de donde venía, solo a donde llegaba. Sus aciertos al vestirse, su espalda de Batman y su seguridad al caminar me decían que no me encontraba ante el típico mocoso raquítico y decadente que te molesta porque no sabe qué más hacer con su existencia para que lo mires.

El hecho de estar viviendo distintas aventuras era lo que me generaba tantas inquietudes. Buscaba una obsesión para no vivir desganada y la había encontrado. Era inteligente, decidido, celoso, perfeccionista, apasionado. Así me encantaba que fuera él y como él, me sentía yo. Tenía el pelo largo castaño oscuro, llevaba una vincha y aunque, no era un hippie se veía bastante animal con esa suerte de feminidad que todo hombre debe tener. En verano lo solía ver más bronceado y le quedaba mucho mejor, me encantaba imaginar sus manos oscuras tratando de encontrar mis muslos casi invisibles. La mirada, siempre es lo más importante, no los ojos, la tenía hiriente como si hubiera vivido tanto y a la vez no pudiera esperar a vivir más. Y yo quería vivir con él con esas ansias, con esa vehemencia y no me importaba cuánto tiempo, si él era lo que yo había ideado en mi mente, era suficiente.

Entre mis sueños de adolescente quise imaginarme dándole hijos, pero supe al instante que yo a él no lo quería compartir con nadie y que lo único que buscaba era verlo encima mío, sabiendo que lo hacía porque me amaba y  que solo lo que brotaba de mi lo podía alimentar.

Cuando estas motivado sea cual sea la razón, eres más ordenado, te cuidas con mayor detalle en todos los aspectos y te suele divertir la competencia.  Aunque busqué competencia no la encontré y esto me suele suceder hasta ahora.  Yo creo que no existe nadie más de mi tipo, que pueda igualarse y que me haga dejar de buscar ser mejor cada día para comenzar a buscar ser mejor que alguien. Tener mucho ego tiene sus ventajas.

Una apariencia bien lograda de colegiala no fallaría. Pero admito que en ese momento hubiera preferido ir a mi casa a cambiarme antes de que me viera con el uniforme. Cuando eres escolar no sabes el verdadero efecto que causan las faldas escocesas y la blusa blanca casi transparente y ahí es donde se encuentra lo sugestivo. Nunca tuve que esforzarme mucho para provocar, a pesar de mis pechos incipientes, mis pezones siempre se mantuvieron notorios hasta cuando moría de calor.

Salí de clases percibiendo una especie de libertad que uno siente cuando nadie más que tú sabes lo que harás, la independencia sexual que estaba a punto de experimentar me rogaba a través de los poros.

No les había dicho, pero ya no era virgen. Perdí la virginidad con un chiquillo de mi cuadra, era de mi edad y la verdad es que no fue muy intenso. Pero me gustó lo necesario para saber que en eso basaría mi existencia. Siempre quise ser hedonista, pero soy demasiado sacrificada para poder llegar a lograrlo.

Me compré un chupete en el heladero que siempre se paraba en la puerta y cuando le dí el primer bocado, lo ví. Se acercaba a su puerta, mi mirada fue tan directa que creo que lo obligue a verme. Sin voltear la mirada comencé a caminar hacia él. Cuando estaba a punto de llegar me miro otra vez y me dijo “Hola”, yo solo sonreí, quería escuchar su voz y analizarla un momento. Sí, me gusto y quería escucharla en mi oído. Le dije que no me había dado cuenta que lo estaba mirando, que me disculpara, que estaba pensando en los miles de problemas que tenía. Sabía en ese momento que dramatizar un poco sobre mi situación podría darle compasión y no estaba mintiendo siempre estoy llena de preocupaciones y por eso nunca he tenido la oportunidad de saber qué significa -no pensar- .

Me dijo que le sorprendía que una chica tan linda como yo anduviera tan bajoneada. Debo confesar que esa frase me pareció bastante trillada y por un momento pensé “es un imbécil más” pero mi ilusión era más fuerte que cualquier evento inexplicable que intentara derrumbar la imagen que había creado de él. Sin embargo, igual se me notó la decepción en la cara y creo que él pensó que me había puesto más triste aún. Me invitó a pasar a su casa.

Share